La guerra simbólica


Fernando Buen Abad Dominguez; Bellaterra ediciones; Barcelona, 2012

"Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo su poder espiritual dominante" K. Marx y F. Engels, La ideología alemana

La lucha de clases se libra también  con valores, ideas y signos en la cabeza y en los corazones. Es la pugna asimétrica de intereses que se confrontan  históricamente para ganar el terreno de los imaginarios simbólicos donde se yerguen los principios, las ideas, los afectos, los deseos. Es una guerra añeja  agudizada por la burguesía para tergiversar los valores sociales, para poner el mundo patas arriba, para hacer invisibles las cosas que realmente valen (como el trabajo y los derechos) e imponernos como valiosas las mercancías y costumbres que la burguesía ha pergeñado  para enriquecerse.
Esta guerra simbólica despliega la violencia psicológica planificada contra los pueblos, el envilecimiento de la dignidad, la criminalización de las rebeldías, el estado de amenaza permanente y el amedrentamiento como religión. Es perversión de la ternura en garras de la sensiblería mocosa; la imposición de la violencia mercantil, el padrotismo, la patenería, el parasitismo en contra de la solidaridad, la conciencia de clase y la organización social transformadora. Esta guerra emplea cualquier cosa para la destrucción de cuanto es útil para liberar a la clase trabajadora.
La imposición simbólica burguesa trata de influir en nuestra comprensión del pasado, del presente y del futuro. Esta guerra simbólica es un invento para la sumisión del imaginario colectivo, la cultura misma bajo la razón del hambre, de la explotación, de la humillación y de la muerte. 
Los exponentes de la burguesía niegan que exista esta "guerra ideológica" y nosotros estamos obligados a ponerla en claro, desnudarla, exhibirla y ganarla. Ellos quieren vernos arrodillados siempre, adorando su "inteligencia", su "cultura" y sus "valores". Ellos quieren hacernos sentir culpables y cómplices de la crisis del sistema, de su mundo, de su alegría. Ellos emprenden una guerra costosa y somos nosotros quienes terminamos pagándola. 
Esta guerra simbólica burguesa se dedica a sembrar tristeza lapidaria, melancolía sin sustento, como moda, como pose, como identidad de mercado, circunstancia para vender novelas, películas, ropa y modos de vida rentables. La guerra simbólica siembra la ignorancia de los vocabularios, cercena la expresión, la libertad de la expresión, inhabilita a sus enemigos de clase para que no seamos capaces de decir y escribir lo que pensamos y lo que planteamos. 
En vista de este panorama, urge que los pueblos se preparen para una gran revolución filosófica, cultural, informativa y comunicativa. Es preciso atreverse a cambiar este mundo contra la razón de la miseria, de la sociedad quebrada en clases y de la alienación galopante. Es necesario dar un golpe letal contra la alienación, la mentira, la deformción de las conciencias, el mercadeo obsceno de la farándula impune, la vorágine de los buitres sobre los cerebros de los niños, la prostitución emocional y física de las mujeres, el desparpajo de los machismos discriminadores y racistas, la barbarie rentable de los milagreros mediáticos, curas, candidatos, ejecutivos de empresa. Los pensadores y comunicadores tienen un lugar revolucionario muy importante en este combate.
Los medios de comunicación: armas alienantes de la oligarquía
Muchos de los mejores logros de la comunicación viven secuestrados bajo el imperio de comerciantes que hacen pasar por "logro moral" su habilidad impune para beneficiarse con lo que es propiedad humana colectiva: la producción del pensar y el saber, la comunicación, la cultura y el trabajo. El capitalismo se las ingenia para invisibilizar la destrucción de las fuerzas productivas y la lucha de clases. Eso es alienación. El debate capital-trabajo se ignora, se alimenta el saqueo de patrimonios culturales, la miseria, la muerte, la barbarie. Bajo el capitalismo, el trabajador que más se esfuerza más contribuye a la explotación propia y colectiva. 
En su ascenso imperialista, el capitalismo financia una cultura de la alienación, que genera tácticas y estrategias usureras para adueñarse del mundo y también, de las conciencias. No hay dudas de que el trabajo produce maravillas para los ricos, pero significa el despojo del obrero. 
El comunicador necesario debe ser revolucionario, militante de la verdad y la libertad. Deberá ser investigador y rebelde en la práctica absoluta contra la alienación. Que la comunicación no se use para someter y explotar más a los trabajadores que apenas ganan para vivir. Para cambiar este mundo injusto, el comunicador debe sumarse a la lucha contra la alienación. No nos libraremos de la alienación sin librarnos del capitalismo imperialista y viceversa.
No basta regular o expropiar los medios ni suspender concesiones. No basta con abrir mil medios nuevos si no nos cuidamos del individualismo, del empirismo, de la atomización. No hay lugar para eufemismos: las armas de guerra ideológica desarrolladas por el capitalismo son instrumentos cuyo daño debe ser evaluado y combatido meticulosamente.
Esta guerra simbólica encarada desde abajo debe estar en contra de la vulgaridad, de la justificación del despojo, de la obscenidad de las imágenes; contra la desinformación, la ignorancia, el intermediarismo, la prostitución, el alcoholismo, la narcodependencia y el machismo. Contra los racismos, autoritarismos, paternalismos y familiarismos. Contra el dogmatismo, la charlatanería y la demagogia. Contra la represión, la violencia, la censura, la explotación, la doble moral, la hipocresía, la traición, la depresión, le desánimo y la infelicidad. 
Contra el discurso dominante se expande e intensifica una oleada mundial de semiosis revolucionaria más comprometida con la maduración de la lucha, de la fuerza y de la conciencia. Emerge una semiosis revolucionaria que no quiere distorsiones, intermediarios ni traductores, que lucha contra la imposición de significados alienantes. Contra subjetivismos de antojos caprichosos, contra todo vampirismo burocrático, contra la desorientación y los miedos, contra el pragmatismo y la improvisación cándida. Contra el atraso, contra los mesianismos, contra los sectarismos. 
Ese ascenso de una semiosis rebelde es un salto cuantitativo y cualitativo que busca y consolida su independencia contra el discurso hegemónico, independencia conceptual, formal, estética y política definitiva y revolucionaria. Esta semiosis revolucionaria no se produce simplemente como "alternativa" a lo que ofrecen los medios de comunicación monopólicos, no se produce sólo como un discurso que puede "convivir" pacíficamente con el enemigo. Esta semiosis revolucionaria ofrece entendimiento, claridad, interrogación, conciencia dinámica nueva, innovadora, que se mueve para movilizar y organizar a los grupos incluso valiéndose de las llamadas nuevas tecnologías. 
La semiosis revolucionaria involucra a todas las operaciones mentales. Desde el comportamiento natural del cerebro hasta su culturización. Están comprometidos el humor y el amor, el juego, los sueños, las emociones todas. Están comprometidas la fantasía y la imaginación. Están comprometidos los sentidos y las pasiones. Están comprometidas todas las fuerzas de producción, el trabajo, el ocio y la creatividad. ¿De qué le sirve al Hombre ganar el mundo si pierde el alma?
Significar es lucha y proceso desde lo inferior (lo simple) a lo superior (lo complejo). Este proceso de semiosis transformadora es, poco a poco, consenso y autogestión, fuerza de la diversidad unida y capaz de ejercer el control de los medios informativos independientes, alternativos. Fuerza que será capaz incluso de expropiar los medios ya expropiados por las oligarquías. Fuerzas transformadoras que producen una semiosis diversa, que opone al poder de manipulación y adoctrinamiento de la burguesía una respuesta de dignidad, de justicia, de libertad contra la explotación y el saqueo.
La batalla de los contenidos
Tenemos en los escenarios de la guerra contra "la ideología de la clase dominante" el reto de desactivar todas las operaciones enajenantes y sustituir la falsa conciencia burguesa con las mejores ideas emancipadoras del socialismo científico. Tenemos la obligación de ser mejores, armados en las mejores ideas, expresadas de la mejor manera, en el momento oportuno y en todo lugar: una columna vertebral ético política capaz de ajustarse a todas las necesidades de una lucha que es muy compleja y permanente. Esto exige corregir las lecturas deformadas por la ideología dominante y la emancipación inmediata de las verdaderas causas y fuerzas que fueron el motor de las luchas sociales en su emancipación de clase. 
En el golpismo mediático burgués calza perfecto el manoseo del término inseguridad, atribuido a todo lo que no sean sus intereses. Coartada delictiva perfecta. Una especie de comodín semántico de gran utilidad en los naipes ideológicos de los tahúres noticiosos. Nada hay más inseguro que el capitalismo. El peligro es el capitalismo: inseguridad laboral, médica, habitacional, educativa, ecológica. Lo único seguro bajo el capitalismo es la miseria y la barbarie. 
La tesis no declarada por la farándula informativa, la que mascullan siempre entre líneas es que la inseguridad (la que a Ellos les asusta) es descomposición social que amenaza a su propiedad privada y que hay hordas de chusma inhumana que envidian lo que la "gente de bien" ha ganado con "el sudor de su frente". Esa inseguridad obra del capitalismo no cuenta en el relato de los periodistas serviles a la operación delictiva, base y sustento del capitalismo. Visto como lo ven los medios oligarcas, paradoja de paradojas, el capitalismo es un fracaso descomunal a la hora de proveerse "seguridad" a sí mismo. El burgués asustado se vuelve facilmente fascista. 
No hay manera de romper los círculos viciosos y tramposos de la inseguridad capitalista si el control de las policías y los ejércitos no lo ejercen los pueblos, democráticamente, bajo una doctrina de paz socialista, obediente, sin restricción, al mandato de tranquilidad que la humanidad reclama desde sus más hondas aspiraciones y dolores históricos. No lo resolverá porque realmente no lo desea y sobre todo porque realmente no puede. El hambre es un delito, el desempleo es un delito, la falta de escuelas es un delito, la falta de salud es un delito... El capitalismo es la inseguridad misma. 
Siempre es imprescindible recordar que 'cultura' significó, originalmente, campo arado y cultivado en oposición a la floresta o al suelo virgen. La cultura se oponía a la naturaleza, es decir, lo que el hombre había conseguido con sus esfuerzos se contrastaba con lo que había recibido de la naturaleza. Esta antítesis fundamental conserva su valor hoy día. Cultura es todo lo que sido creado, construido, aprendido, conquistado por el hombre en el curso de su historia, a diferencia de lo que ha recibido de la naturaleza, incluyendo la propia historia natural del hombre como especie animal... Pero desde el momento en que el hombre se separó del reino animal -cuando fue capaz de utilizar los primeros instrumentos de piedra o madera- comenzó a crear y acumular cultura. Esto puede visualizarse en las construcciones y los avances tecnológicos, pero la parte más preciosa de la cultura es la que se deposita en la propia conciencia humana, los métodos, costumbres, habilidades adquiridas y desarrolladas a partir de la cultura material persistente. La cultura del hombre es el resultado de su lucha por la supervivencia, por la mejora de sus condiciones de vida, por el aumento del poder. No hay "patrimonio cultural" que valga si no sirve para construir la identidad colectiva e individual, dialécticamente. 

La calumnia como modus vivendi
Los medios de comunicación dan las principales lecciones para aceptar las condiciones impuestas por el Poder. El dinero y el poder son capaces de depurar las noticias, eligiendo las que son adecuadas para imprimir y marginando el disenso. Las pantallas se pueblan de periodistas simpaticones domesticados como lebreles para traducir la realidad y amoldarla a los intereses de la clase dominante, bien entrenados para criminalizar todo lo que espanta al buen burgués. 
En las escuelas de periodismo, nadie o muy pocos alertan a sus alumnos sobre dónde y cómo se debe trabajar la información para que sirva a la emancipación de la humanidad, su dignidad y sus derechos más inalienables. El periodismo es la última barrera que nos impide caer en la barbarie. Sin periodismo, sin circulación de información, todos levantaríamos la mano cuando el poderoso lo ordene. Sin circulación de información verídica todos seríamos bobos. No cualquier información, sino aquella que sirve para alimentar la conciencia, la que está orientada por el pensamiento crítico y no por los caprichos del establishment, esos dispositivos alienantes que buscan la manera de dominar cerebros y entristecer corazones.
El bloqueo mediático
Las tretas informativas del discurso dominante significan una agresión sistemática de la subjetividad individual y colectiva. Si no es con la banalización de todo es con la manipulación de la realidad. El bombardeo es tan constante; si no se la combate se transforma en un peligroso acostumbramiento, en el río revuelto de una ignorancia prefabricada por pedido de los patrones y la oligarquía. No hay episodio del "bloqueo mediático" que no parta de una guerra abierta y de símbolos para esclavizar conciencias. Especialmente las conciencias de los trabajadores, los obreros, los campesinos, los estudiantes.
Quien se presta a suprimir, tergiversar, violentar o maquillar la realidad que, bajo el capitalismo reina impúdicamente en forma de explotación, barbarie y miseria, empina su ser al servicio de uno de los atentados más devastadores de la vida social. Alguien debería encargarse de elaborar un inventario de los hechos concretos pagados por el capitalismo para desfigurar y esconder la historia de su inevitable hundimiento. 
Mientras los medios de comunicación sean propiedad privada sometidos a los intereses de la burguesía jamás habrá libertad de expresión democrática. Los grandes medios jamás serán voceros de las luchas democrátizadoras verdaderas mientras sean herramientas del Poder para mentir y ayudar al deterioro de la vida de la mayoría. Jamás tolerarán dar voz a la clase que odian.
En esta línea, es imprescindible tener conciencia no asustadiza sobre la fortaleza del enemigo. Entre ellos y nosotros existe una lucha, una lucha de clases que no admite reconciliaciones ni medias tintas. 
La censura de la burguesía no es otra cosa que la actualización cínica del fascismo. Los trabajadores, los obreros, los estudiantes sufren censura porque no tienen voz en esos medios, salvo que, en lugar de luchar por la dignidad, acepten las limosnas que cada tanto brindan. En los medios poderosos asesinan la verdad en público para seguir saqueando el mundo. El crecimiento anárquico de las industrias informativas burguesas constituye una de las formas de censura más características del capitalismo. Si los medios, modos y relaciones de producción informativa siguen siendo propiedad privada, la influencia de los monopolios tenderá a agudizarse y a hacerse cada día más violenta.
En el mundo en que vivimos, la libertad de expresión nuestra, la que lucha contra el capitalismo, la que debe ser ejecutada en un escenario transparente para la búsqueda de la verdad construida entre todos. Todo episodio que intente suprimir la libertad de expresión de los pueblos es una monstruosidad. Impedir la democratización de la libertad de expresión tiene ribetes intolerables. De nada sirve sólo el análisis y la denuncia. Hace falta la acción conciente para transformar la realidad. Presentar batalla ideológica a la burguesía implica no imitar métodos, no competir con los mass media burgueses calcando sus lenguajes y tácticas. Expropiémosle lo mejor y usémoslo en su contra. Liberar la expresión humana de todas sus trabas burguesas. Es imprescindible aprender a estar atentos, alertas, a la defensiva contra todas las maneras, por divertidas que nos parezcan, que la burguesía ha inventado para mantenernos entretenidos mientras nos saquean y nos asesinan.
La lucha consiste en el debate de ideas, los principios que, tarde o temprano, enriquecerán los talentos organizativos. No basta tener medios: es necesario impulsar una política de comunicación revolucionaria. De nada sirven los medios alternativos si vamos a repetir las formas y los contenidos de la comunciación hegemónica. 
Por ejemplo, una televisión capaz de luchar contra lo más atrasado de los factores subjetivos dominantes, las tradiciones esclavizantes, la moral del patrón, los gustos de la clase hegemónica, la estética burguesa, la mercantilización de la existencia, la hipocresía, el culto al ocio del amo, la mentira como cualidad, el machismo, el hembrismo, la idea occidental y excluyente de "belleza", el humor racista, el chiste discriminatorio, la humillación como entretenimiento, la baladronada de los "cultos", todos los dogmatismos, oscurantismos y supercherías y el imperio de la vulgaridad en todas las dimensiones. 
La comunicación, en todos sus formatos, debe ser reflexiva, respetuosa, comprometida, solidaria, empática y sobre todo, veraz.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De Fleur, M. L. - Ball-Rokeach, S. J. ; Teorías de la comuncación de masas - Nueva edición revisada y ampliada; Paidós Comunicación; Barcelona, 1993

La sitcom. Orígenes, evolución y nuevas prácticas

Lo que queda de los medios