La vieja cuestión: ¿cómo llegamos a conocer la realidad?


La relación entre el saber y el hacer ha sido el tema crítico para los pensadores griegos porque constituía la base sobre la que se podían desarrollar los conceptos de virtud  y justicia. Aquéllos comprendieron  que cuando una persona adquiere un conocimiento interno acerca de la naturaleza de las cosas, éste suministra la base para determinar modos adecuados de comportamiento hacia estas mismas cosas, lo cual es especialmente cierto en las relaciones sociales. Sólo si puede conocerse la naturaleza social básica de los seres humanos es posible hacerles actuar de forma virtuosa.
En más de un sentido, la filosofía sistemática empieza con Platón. Su República fue el primer libro completo de análisis filosófico que sobrevivió. Platón fue alumno de Sócrates, cuyas enseñanzas le proporcionaron la base de muchos de sus conceptos más importantes y de quien adoptó el método socrático como instrumento de análisis de las ideas: planteaba una cuestión importante y, a continuación, intentaba encontrar las respuestas en discusiones de grupo con sus alumnos.
Suponía que para saber algo no era suficiente con darle una denominación, sino que había que definirlo también en términos precisos y usar este significado de forma coherente en las discusiones. Si no pudiéramos desarrollar, describir  y ponernos de acuerdo sobre significados subjetivos de elementos de la realidad objetiva, no podríamos comunicarnos tal y como lo hacemos: no podríamos funcionar a un nivel humano. La cuestión de la mente frente a la realidad y de cómo una conoce a la otra es, pues, el meollo de la existencia humana.
Una parte ineludible del desarrollo de los conceptos es la de ponerse de acuerdo en ciertas reglas por las que una descripción determinada se asocia a una definición específica que incorpora el significado del concepto. Esto no es sólo comportamiento individual sino también un cierto tipo de convenio social. Estas reglas dan lugar a nuestras convenciones sobre significado y definición, estandarizando las conexiones entre las palabras que usamos para los aspectos de nuestro entorno y las experiencias de significado subjetivas que éstas despiertan.
El conocimiento que tenemos sobre algunos aspectos de nuestro entorno nos da la base de cómo actuar en relación a ellos. Puede valer la pena la búsqueda del conocimiento por sí mismo, pero es de nuestra comprensión del mundo físico y social de donde obtenemos las directrices en cuanto a cómo tenemos que vivir.

Platón estaba estudiando el problema fundamental del conocimiento: cómo definimos y comprendemos cosas que existen fuera de nuestra experiencia subjetiva. Este es el primer problema que debemos considerar cuando pretendemos resolver el problema de cómo llegamos a conocer la realidad. Platón mantenía que el conocimiento humano se desarrolla sobre la base de conceptos universales, o ideas generales acerca de las características generales de cada categoría de cosas  sobre las que los seres humanos tienen que pensar, y llamó formas a estas ideas generales, creyendo que la realidad misma estaba compuesta de tales formas.
Si sabemos cuáles son los elementos esenciales que separan a un gato de un cocodrilo, o un círculo de un cuadrado, podemos reconocer ejemplos específicos de cada uno, al margen de las variaciones de color, tamaño, u otros rasgos no característicos de estos casos en concreto. Por lo tanto, el significado de un objeto consiste en su forma: la configuración de los atributos esenciales que distinguen una categoría de objetos de otra.
También ocurre que cuando la gente normal tiene que explicar significados de conceptos que usa en conversaciones informales, a menudo lo hace en cuanto a lo que cree que son sus atributos fundamentales; es decir, la idea central del enfoque de Platón sobre el vínculo entre mente y realidad.
Es importante ver que hacia el año 400 AC -en tiempos de Platón-  ya estaban puestas las bases de una teoría del conocimiento humano. Estas bases se fundamentaban en la idea de que los conceptos eran series de atributos válidos de algún aspecto de la realidad, identificado mediante un término o una etiqueta como elementos del lenguaje.
Así pues, los conceptos son las bases del conocimiento y el punto de partida de una teoría sobre la comunicación humana. Representan la forma de relacionarnos con la realidad al proporcionarnos nuestras experiencias subjetivas internas sobre las cosas, circunstancias y relaciones de nuestro entorno físico y social.
Convenios: las bases de la comunicación
La manera en que circula un significado en una sociedad es un asunto más social que psicológico: es algo que tiene que ver con un acuerdo colectivo sobre las reglas que conectan los conceptos y sus significados.
Platón sostenía que el conocimiento del mundo en que vivimos no sólo depende de lo que percibimos individualmente a través de nuestros sentidos, sino también de los significados que asignamos al mundo exterior, previamente convenidos con el resto de los miembros de la sociedad. Esta idea la ejemplifica muy bien a través de la Alegoría de la caverna.
Si nos trasladamos al mundo actual, ¿somos los equivalentes de los hombres de la cueva?¿Podemos afirmar que la información que se nos presenta a través de la televisión o del cine, donde vemos sombras proyectadas en la pantalla, nos lleva a crear significados compartidos para el mundo real que no tienen equivalentes en este mundo (ficticio)? Esta es una vieja idea, con una aplicación contemporánea asombrosamente clara. Además, existen suficientes motivos para asegurar que realmente construímos significados convenciona-lizados para la realidad que nos rodea en base a lo que se expone en los medios.
En épocas más recientes se han descubierto principios del conocimiento que se relacionan con la siguiente idea: los conceptos y convenciones no necesitan tener mucho que ver con la "verdad". El hecho de que tengamos una convención que relacione una palabra concreta (o cualquier otro símbolo) con algunos significados admitidos no dice nada acerca de si el significado es correcto o preciso. La gente es capaz de enlazar de forma coherente prácticamente cualquier  palabra con cualquier  significado para crear un nuevo concepto, tenga o no tenga una representación exacta en el mundo real[1].
Cuando conversamos, cuando leemos el periódico, escuchamos la radio o vemos la televisión, las partes implicadas utilizan símbolos y sus reglas de interpretación para estimular la creación de significados subjetivos internos en los receptores de los mensajes. En síntesis, esto apunta a hacer que los demás construyan significados. Los conceptos son la base de nuestro conocimiento personal de la realidad (y, muchas veces, de la no-realidad) y podemos comunicarnos porque desarrollamos reglas sociales, a saber, convenciones lingüísticas que requieren lazos coherentes entre las descripciones y los significados.

Conducta: las consecuencias de conocer la realidad 
Otro principio importante que en los primeros tiempos estaba fuertemente consolidado era el de que el conocimiento modela la acción.  Una de las consecuencias más significativas del conocimiento es que permite la elección entre distintas alternativas de comportamiento.
El sentido común nos dice que nuestras creencias acerca de la naturaleza de la realidad crean el marco para nuestras decisiones relativas a la acción. Cuando estas convicciones dan soporte a una determinada concepción de la realidad, todos los que participan en el sistema acaban interpretando esta realidad de acuerdo con los significados que les son comunes[2].
La idea de la sociedad como un conjunto de conocimientos basados en la interacción simbólica une el viejo principio del conocimiento como serie de conceptos, el principio del lenguaje como construcción social de convenciones de palabras y significados, y la idea de que la comunicación es la base del orden social. Todas estas proposiciones iban a explicarse detalladamente en los siglos venideros mediante las ciencias sociales.
Uno de los grandes debates que prosiguieron entre los siglos XVI y XVIII fue el que se originó alrededor del valor del conocimiento racional frente al empírico, es decir, si se podía alcanzar una verdadera comprensión de la realidad objetiva mediante el ejercicio de la razón o si se podía obtener a través del contacto sensorial con esta realidad. Algunos mantenían que los sentidos no eran una guía fiable de conocimiento y que las impresiones que se fijaban en la mente eran poco seguras y además engañosas. El debate fue importante en la época en que la ciencia se estaba desarrollando con gran fuerza. ¿Qué tipo de conocimiento era éste que estaban elaborando estos nuevos filósofos? Estos insistían en la observación y los experimentos para hacer  las observaciones más sistemáticas.
Sin embargo, poco a poco las interpretaciones de los empiristas acabaron dominando la filosofía. Estos decían que el mundo se percibía a través de los sentidos, y de esta forma se desarrollaban conocimientos e imágenes internas en la mente humana, la cual, creían ellos, aunque estaba claramente separada del mundo objetivo exterior, podía construir representaciones de la realidad, con lo que, además, había que suponer que los significados de una persona eran más o menos parecidos a los de las demás. En resumen, que las realidades subjetivas internas eran muy similares de una persona a otra, lo que hacía posible el intercambio interpersonal de significados a través del lenguaje.
A lo largo de siglos de debate y análisis filosófico se han estudiado cinco grandes principios sobre la existencia humana: el debate en torno a ellos sigue, pero los podemos resumir del modo siguiente: (1) hay una realidad en la que vivimos y que incluye tanto el mundo objetivo de la naturaleza como otro mundo sobrenatural sobre el que no hay consenso; (2) los seres humanos desarrollan algún tipo de representaciones mentales con las que dotan de significados a la realidad; (3) hay alguna suerte de proceso intermedio por el que los individuos construyen significados subjetivos de la realidad; (4) nuestras interpretaciones y significados subjetivos guían nuestra conducta personal; (5) las pautas de conducta de la humanidad son de tal forma que se requiere un orden social que controle unas reglas justas. Este orden, a su vez, influye en el comportamiento. Estas ideas pueden sintetizarse en el diagrama siguiente.

La naturaleza de la realidad      Þ
El proceso a través del cual conocemos    Þ
Nuestras interpre-taciones y significados subjetivos    Þ
-Nuestra conducta personal.
-La naturaleza del orden social.

La conclusión más reciente han adelantado que el conocimiento se basa en el contacto empírico con la realidad objetiva. El vínculo clave entre la mente humana y los significados que ésta produce son los sentidos, por lo que nuestras imágenes, ideas y representaciones -nuestros significados- se construyen  subjetivamente a partir de impresiones sensoriales.

Respuestas contemporáneas: teorías de la construcción social
Cada una de las ciencias sociales se desprendió del cuerpo central de la filosofía, durante el siglo XIX, y todas ellas eran portadoras de la vieja cuestión acerca de cómo los seres humanos desarrollaron un conocimiento de la realidad en cada disciplina en particular. La ciencia de la lingüística tuvo sus inicios a principios del siglo XX y hoy los lingüistas experimentan acerca de la estructura y la semántica del lenguaje. La antropología estudiaba desde los antiguos restos y ruinas de las grandes civilizaciones hasta las culturas contemporáneas. La sociología se separó de la filosofía, a principios del siglo XX, para centrarse en extensos modelos de organización y cambio social.
Aunque cada una de estas disciplinas se ha desarrollado de modo algo distinto a las demás, se han concentrado en un buen número de problemas comunes a todas ellas. En concreto, cada una ha estudiado cómo los individuos construyen  significados subjetivos internos para los objetos  y los acontecimientos de la realidad, cómo el conocimiento permite a los seres humanos comunicarse unos con otros de forma distinta a como lo hace el resto de las criaturas y cómo este último hecho moldea  tanto el comportamiento individual como el social.

Las comunicaciones de masas y la influencia de la realidad mediada
Los eruditos e investigadores que estudian el proceso y los efectos de la comunicación de masas han establecido diversas formulaciones basadas en el principio de que los significados e interpretaciones de la sociedad se construyen  en el plano social. Nuestro medios de comunicación habituales expanden lo que llega ante nuestros ojos u oídos; pero, en cualquier caso, lo que percibimos son representaciones y no realidad, y esto ha de tener forzosamente algún impacto en nosotros.
En cualquier caso, los estudiosos de la comunicación han establecido cuatro formulaciones más o menos contemporáneas, que, de algún modo, son versiones o derivaciones de lo que denominamos el paradigma del significado. Este paradigma se basa en los principios del conocimiento, del lenguaje y de la conducta que se han acumulado desde que los miembros de nuestra especie iniciaron su esfuerzo intelectual por comprender su propia naturaleza y en qué medida eran diferentes del resto de las criaturas. El paradigma es, en parte, una herencia intelectual.
El paradigma del significado incluye las proposiciones siguientes:
Ä La memoria humana hace posible el desarrollo del conocimiento.
Ä El conocimiento existe en forma de conceptos, que son estructuras -denominadas o etiquetadas- de significado recordado por los individuos.
Ä Una persona puede desarrollar significados para los conceptos tanto por medio del contacto sensorial con distintos aspectos de la realidad, como a través de la interacción simbólica en una comunidad lingüística.
Ä El lenguaje es básicamente una serie de símbolos -verbales y no verbales- que dotan de una descripción a los significados sobre los que estamos de acuerdo.
Ä Las convenciones estandarizan los nexos entre símbolo y significado y hacen posible la comunicación entre los que siguen las reglas.
Ä Los símbolos y convenciones del lenguaje aceptados y utilizados por un grupo de gente específico modelan su percepción e interpretación del mundo físico y social, así como su actitud hacia el mismo.
Podemos identificar cuatro de ellas que estudian la cuestión de cómo los medios crean modelos de significados, y cuáles son las implicaciones que esto tiene en la conducta.
1. La función de la prensa en la construcción del significado.
Walter Lippmann, en el libro Public Opinion (1922), compilaba varios ejemplos acerca de cómo las características objetivas del mundo tienen a menudo poca relación con las creencias que la gente abriga acerca de él. También trataba de cómo las interpretaciones que hace la prensa de los acontecimientos pueden alterar radicalmente la forma en que la gente traduce la realidad y sus consiguientes pautas de acción.
La cuestión más importante de Lippmann era que las representaciones de la prensa eran a menudo espurias, en el sentido de que confundían o creaban "imágenes en nuestras cabezas", distorsionadas o incluso completamente falsas sobre "el mundo exterior".
Lippmann llegó a la conclusión de que las personas no actúan en función de lo que creen que realmente está sucediendo o ha sucedido, sino sobre la base de la situación real que ellas imaginan a partir de las representaciones que les proporciona la prensa.
Los medios dedicados a la información no se proponen deliberadamente crear ilusiones o engañar a nadie. La selección y las distorsiones que se producen en las noticias son producto de factores que están lejos del control de periodistas, editores, productores o publicistas. Las representaciones del mundo exterior presentadas por la prensa son consecuencia de condiciones previas, tales como los limitados recursos con que cuentan los periodistas para estudiar de primera mano cualquier acontecimiento, por ejemplo.
Las ventanas abiertas a la realidad suministradas por la prensa están modeladas en parte por la naturaleza capitalista de la propia industria de la comunicación. A medida que la radio, y después la televisión, pasaron a formar parte de la prensa, también crearon imágenes en las cabezas de las personas que se exponían a ellas.
Otras investigaciones han confirmado que el mundo real y el reflejado en los medios puede ser sustancialmente diferente. La convicción de Lippmann de quela prensa crea imágenes en nuestras cabezas -ilusiones- y que éstas sirven para conocer la realidad que modela nuestra coducta, es coherente con lo que sabemos en la actualidad.
2. Teoría de la culturización  
Otra reciente teoría de la construcción, que trata sobre la influencia de la realidad mediada, es el trabajo de George Gerbner y sus colegas. Ellos han desarrollado tanto un cuadro teórico como una estrategia empírica  para el estudio del impacto de la violencia televisada en las opiniones de la gente y extendieron el alcance de su interés al incluir no sólo imágenes  de violencia sino también otras formas  de comportamiento que aparecían en televisión. La suya es una proposición clásica, a saber, que estas imágenes influyen en el comportamiento al modelar las opiniones de la gente.
La realidad mediada puede influir en las opiniones y creencias y, por ello, en la conducta. Ellos lo llaman "formación de la corriente principal". En cuanto a la televisión, sugieren que su contenido "culturiza" las creencias de la gente. Gerbner y sus colegas se han centrado en concreto en cómo la violencia que aparecen en la televisión exagera el miedo que la gente tiene del crimen en su vecindario.
La predicción de la teoría es que si las convicciones del observador han sido "culturizadas" por la violencia mostrada en la televisión, aquél escogerá la respuesta de la televisión. Los datos reunidos mediante el enfoque del diferencial de culturización parecen mostrar que al menos algunas personas que ven la televisión con frecuencia han exagerado temores acerca del nivel de violencia que creen que van a encontrar en su barrio.
El análisis de la culturización es un intento muy prometedor por dar respuesta a la vieja pregunta de cómo adquirimos conocimiento y cómo éste sirve para guiar nuestra conducta.
3. La función de Agenda-setting de la prensa.
Su hipótesis se focaliza en la función de la prensa en relación a los asuntos a tratar. Esta teoría de la construcción está centrada específicamente en la información política, en tanto que opuesta al amplio espectro del contenido de los medios en general.
Maxwell E. Mc Combs y Donald L. Shaw analizaron el contenido para ver la forma en que la televisión, los periódicos y los semanarios informativos exponían las noticias políticas sobre los candidatos y las cuestiones tratadas en la campaña, a lo largo de un extenso período. También realizaron un pequeño análisis de muestras para valorar las opiniones de los encuestados sobre la importancia diferencial de las cuestiones de las que los medios habían informado.
Lo que se encontró fue un nivel alto de correspondencia entre la cantidad de atención prestada a un tema específico en la prensa y el nivel de importancia asignado por la gente de la comunidad expuesta a la influencia de este medio. Esto no significaba que la prensa hubiera tenido éxito a la hora de influir en el público para que adoptara algún punto de vista concreto; pero sí lo tuvo en cuanto a llevar a la gente a considerar que ciertos temas eran más importantes que otros.
El orden de los temas -niveles de atención prestada a las cuestiones- planteado por los medios estaba estrechamente relacionado con la clasificación de importancia asignada a los temas por el público.
4. Las funciones de habla y lenguaje de los medios.
A medida que sigue adelante la transición a la sociedad de los medios, una cada vez mayor proporción de las actividades de comunicación diarias de un ciudadano normal tiene que ver con los medios de masas.
Dado que crece la proporción del total de nuestras actividades de comunicación dedicadas a la exposición a las comunicaciones de masas, podemos esperar que los medios tengan una influencia creciente en la forma de hablar, las palabras que se usan y los significados que se asocian convencionalmente con sus símbolos. Nos referiremos a estas influencias como las funciones de habla y lenguaje de los medios.
Hay dos maneras por las que los medios modifican nuestra gama completa de actividades de comunicación. Una es a través  de su influencia en nuestros modelos de habla: la pronunciación, la gramática y la sintaxis. La otra se refiere más en general al lenguaje a través de la expansión y modificación del vocabulario. Al hacerlo así, los medios sirven algo así como de plaza de mercado de las formas que compiten por influir en nuestra comunicación. Estas influencias tienden a cambiar y estabilizar el habla, el lenguaje y los significados.
Hasta un cierto punto, los libros hicieron esto en lo que concierne al lenguaje escrito desde el principio y los periódicos desempeñaron la misma función cuando llegaron a ser populares. Quizá lo hagan todavía en la actualidad, al presentar diariamente versiones escritas de nuestro vocabulario, reglas gramaticales coherentes y estilos de expresión escrita que son claramente parecidos de una parte del país a otral. La televisión parece tener una función paralela en la comunicación oral[3].
Así pues, los medios tienen importantes influencias en el lenguaje y los significados. Y ejercen dichas influencias de distintas maneras: establecen nuevas palabras con significados asociados; extienden los significados de los términos ya existentes; sustituyen viejos significados por otros nuevos; y, sobre todo, estabilizan las convenciones de significado que existen para el vocabulario de nuestro lenguaje[4].
En conjunto, la contribución de las comunicaciones de masas a nuestro sistema de significados compartidos es a la vez compleja y profunda. En este sentido, las funciones de los medios en cuanto a modificar el comportamiento del público son de largo alcance, sutiles y acumulativas. Además, en nuestra sociedad, los medios están tan entrelazados con otras formas de comunicación que es casi imposible aislar y examinar sus efectos separadamente.


Selección realizada y anotada por el profesor Lic. Gustavo Alberto Rosa del libro Teorías de la comunicación de masas de M.L. De Fleur y S. J. Ball-Rokeach.




[1] Para visualizar mejor esta idea, es necesario pensar en todos aquellos conceptos que no tienen una existencia material ni consecuencias directas sobre el mundo material. En el caso de las creencias religiosas, muchas ideas necesitan de un movimiento subjetivo (la fe, por ejemplo) para tener existencia. Tal es el caso de los conceptos cielo e infierno. Los fantasmas, monstruos, OVNIs, etc pueden relacionarse también con esta línea de pensamiento.
[2] En relación con la nota anterior, los mitos de los pueblos de la antigüedad eran los parámetros para interpretar el mundo. La sociedad de hoy en día, también sostiene mitos que tienen como objetivo servir de soporte para las diversas lecturas de la realidad.
[3] Sin ser totalmente pesimistas al respecto de esta idea, los medios de comunicación unifican tanto los aciertos en el uso de la lengua como los errores. Tal es el caso de palabras empleadas con significados incorrectos, como el caso de "evento", en relación a algo programado (un partido de fútbol, un concierto) cuando significa lo contrario.
[4] Estas afirmaciones son discutibles y no siempre esas influencias pueden ser vistas como positivas. La incorporación de nuevos términos enriquece seguramente el lenguaje Sin embargo, en muchas ocasiones, esas incorporaciones se realizan más por pobreza idiomática por parte de los emisores que verdadera intención de enriquecer.

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