Trabajo Práctico 1 – Comunicación y Democracia


A partir de la lectura de los siguientes textos, responder las siguientes cuestiones.
1-      ¿Cuáles son los hechos que vulneran la libertad de expresión?
2-     ¿Qué relación hay entre comunicación y democracia?
3-     ¿Cuáles son los pasos para lograr una comunicación democrática?  
La presentación puede ser individual o en grupos de no más de tres y se entregará el viernes 7 de junio.

Democratizar la verdad
Por Lucas Zalduendo – Página/12 – 8 de mayo de 2019
Los sucesos que vienen ocurriendo en el sistema de la comunicación reflejan que para ciertos sectores la libertad de expresión se volvió selectiva: mientras Mark Zuckerberg filtra datos personales para vendérselo a empresas, Julian Assange es detenido por haber denunciado torturas y crímenes de lesa humanidad cometidos por EE.UU. en Irak y Guantánamo. Parece que no todas las libertades son asimilables para el neoliberalismo actual, menos las libertades que atentan contra la acumulación del sistema capitalista. 
Por más que se quiera reducir su imagen a la de un hacker, Assange realizó una labor periodística, contemplada dentro de los parámetros del ejercicio del derecho a la comunicación. Los mismos establecen que cualquier persona que difunda información por considerarla de interés público no debe ser castigada ni sometida a sanciones. Es que la libertad de expresión no radica solamente en el derecho individual de cada persona a manifestarse, sino también la de toda una sociedad de recibir cualquier información. 
En Argentina, por más que el Presidente manifieste el 31 de marzo que existe una amplia libertad de expresión, la realidad es totalmente diferente. Casos como el del fotógrafo alemán detenido en Neuquén, el joven encarcelado por un twitter, periodistas detenidos en movilizaciones, medios que cerraron, trabajadores despedidos y el incremento exponencial de la concentración mediática son hechos que reflejan el debilitamiento de la libertad de expresión en estos años, y que quedaron plasmados en los datos que ofrece el reciente informe “MomArgentina”: durante este gobierno más de 20 medios cerraron, 2700 trabajadores de prensa perdieron su empleo, 45 periodistas resultaron heridos y cuatro grupos mediáticos concentran actualmente el 46,25% de la audiencia argentina de los medios tradicionales. 
  Sin embargo, parece que en estos tiempos hasta los hechos concretos pueden ser relativizados y que la verdad por sí sola ya no vale nada. Puede Macri decir “no presionamos ni cuestionamos la tarea de los medios ni de los profesionales de prensa” y así, poner en duda la veracidad de videos y fotos de periodistas violentados en manifestaciones por las fuerzas de seguridad. Entonces, ¿dónde queda la verdad si hasta lo más visible puede ser relativizado? Pero sobre todo ¿quién o qué termina estableciendo que es lo veraz?
  En tiempos de posverdad y fake news, pareciera que estos conceptos más que preocupaciones actúan como un tipo de refugio para los que necesitan vivir de la mentira. Se naturalizan comportamientos que vienen de antaño, pero que se intensificaron con el constante avance de la tecnología. Se desvaloriza la búsqueda por la verdad, reduciéndose a un plano de disputa y controversia, en donde nada queda claro y todo se confunde. Entonces, se da una batalla comunicacional en donde la cancha siempre está inclinada, y lo que parece verdadero lo termina imponiendo el sector que posee los medios de comunicación. 
Por ende, la libertad de expresión, la pluralidad de voces y el derecho a la comunicación tiene mucho que ver con alcanzar la verdad. Disputarle a las famosas fake news va de la mano de la necesidad de que no se censure a los Julian Assange, de que no despidan trabajadores de prensa y de que no haya concentración mediática. Claro, también es que haya menos pobreza y que esas voces postergadas también sean parte del debate público. Democratizar la palabra es democratizar la verdad. O por lo menos, acercarnos más a ella.

Empecemos por la comunicación
Por Carlos A. Valle - Página/12 – 15 de mayo de 2019
En muchas culturas se comprende el universo como una unidad integral. Todos los seres humanos desde nuestro nacimiento somos dependientes de los demás. El líder sudafricano contra el aparheid, Biko, solía decir que no hay mayorías o minorías, sino solo pueblo. Reconocer la igualdad de los seres humanos no debe ocultar las enormes desigualdades que persisten en el mundo. Basta mencionar la cantidad de seres humanos cuyas posibilidades de sobrevivir y llegar a ser personas son muy remotas. El problema se presenta cuando algunos sectores se sienten con más derechos sobre los bienes de la tierra y las personas. La injusticia humana nos acompaña desde tiempos inmemoriales. Realidades desiguales requerirán tratamientos desiguales, si se procurara lograr la igualdad.
¿Cómo enfrentar esta lamentable realidad? Un camino es el de la comunicación, porque los seres humanos hemos sido creados para comunicarnos entre todos y con la creación, porque hace a la esencia de la vida. Pero cuando tratamos de comprender la situación actual, percibimos que nuestro mundo se ha ido moviendo hasta llegar a establecer un modo de vida donde los que se han adueñado de los bienes definen como debe funcionar la vida de la comunidad. El enorme desarrollo tecnológico dominado por una economía liberal de mercado ha permitido acrecentar las brechas entre ricos y pobres. Los conglomerados de comunicación, que se han ido constituyendo, han reforzado los postulados establecidos acrecentando las injusticias, estimulando la promoción del individualismo, cancelando de esta manera toda posibilidad de cambio. De allí que los criterios de la información que promueven se definen en función de la preservación de esos postulados y de la obtención de beneficios para sus dueños. Sus armas son la negación del diálogo como la apertura y la inclusión, con la amenaza constante de la desinformación, por medio de una desvergonzada censura acompañada por la diseminación del odio y la mentira.
Si nos empeñamos en recrear una auténtica democracia, hay que crear espacios para la formación y desarrollo de las capacidades de comunicación, donde nadie se sienta marginado, que permita proteger la cultura local producida por el pueblo y no sea avasallado por los intereses comerciales, o de las grandes potencias. Es el derecho de los individuos y de las comunidades ser sujetos y no objetos de la comunicación, de participar en la producción y distribución de sus mensajes. Hay que sacar a la luz a los invisibilizados y excluidos de la sociedad. Porque no es posible comunicar sin escuchar, no se debería pretender interpretar el sentir y las necesidades de la gente si no se aprende antes a escucharla y comprenderla. La comunicación es un proceso de compartir, de dar y de recibir, de sorprender y ser sorprendido.
La situación política y social actual requiere fortalecer espacios en la esfera pública para que se puedan escuchar las historias y los reclamos del pueblo, a fin de crear un ambiente de convivencia y respeto que permita el impulso de una atmósfera democrática, donde se discuta y planee cómo compartir la vida comunitaria en toda su diversidad.
En un mundo dominado por la concentración del dominio de la información hay que abrir espacios allí donde no los hay por la denuncia y el anuncio a fin de crear nuevos tiempos. Hay un derecho inalienable al acceso a recibir y dar información como elemento esencial para el desarrollo de una comunidad democrática.

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